Desde el punto de vista energético estamos en una situación un tanto delicada, puesto que a partir de la devaluación del peso ocurrida en el año 2001, las empresas proveedoras de electricidad pasaron a tener gran parte de sus costos en dólares, y las tarifas no han sido actualizadas, llegando al punto de tener dificultades para satisfacer la demanda creciente del fluido eléctrico en días de alto consumo motivado por las altas temperaturas. Las reservas de petróleo conocidas, tal vez nos permitan autoabastecernos por un corto período, siendo imprescindible la realización de exploraciones para determinar nuevas áreas de explotación, porque sería traumático para nuestra economía pasar de ser un país exportador de hidrocarburos a tener que importarlos, y de ocurrir esto, no sería por agotamiento de las reservas, sino por negligencia compartida entre las empresas del sector, entes reguladores que no se ocupan de sus funciones, y sobre todo un estado ausente.
Al final somos siempre los ciudadanos, los que sufrimos las consecuencias por los errores u omisiones de quienes nos gobiernan, y muchas veces ni siquiera ejercemos nuestro derecho constitucional de peticionar a las autoridades, a pesar de que somos nosotros los que con nuestros impuestos financiamos sus sueldos y viáticos, que por cierto no son nada despreciables, a pesar que salvo honrosas excepciones, poco hacen para justificar esos ingresos descomedidos no por lo estrictamente monetario pero sí por los merecimientos.
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