
Hoy se cumplen cinco años del terrible atentado contra las Torres Gemelas de la ciudad de Nueva York, donde murieron alrededor de 3500 inocentes, por el accionar de fanáticos fundamentalistas cuyos cerebros fueron programados como si fuesen computadoras, para odiar desenfrenadamente a una cultura diferente a la de ellos. Es difícil no recordar lo que uno estaba haciendo en ese trágico momento. Cuando el segundo avión se estrelló contra la otra torre, ahí me di cuenta que indudablemente se trataba de un atentado terrorista, y mi sorpresa fue aún mayor al enterarme de que un tercer y un cuarto avión habían sido secuestrados.
Para refrescar la memoria de los que lean este post, es bueno recordarles que aquí en la Argentina, la presidenta de la agrupación Madres de Plaza de Mayo en sendos reportajes radiales y televisivos, afirmó que tras ese luctuoso hecho se sintió muy complacida, al punto de haber brindado, según sus palabras, bebiendo champán, sin tener en cuenta los miles de damnificados tras ese magnicidio entre las que se encontraban personas de diferentes nacionalidades y escalas sociales, desde el que limpia los baños, pasando por oficinistas hasta el CEO de alguna importante compañía. Todos eran seres humanos indefensos, que dejaron huérfanos, viudas, viudos y un inmenso dolor en todas las personas de bien que habitamos este planeta.
La agrupación antes mencionada, Madres de Plaza de Mayo, cuenta con una universidad que es subsidiada por el estado, a partir de los abultados impuestos y retenciones que injustamente nos aplican. También hay otro hecho que me llama profundamente la atención, y es el caso de uno de los protegidos de la presidenta de la agrupación citada, que a su vez sorprendentemente es abogado de una entidad que afirma defender los derechos humanos, que estuvo preso por haber asesinado a sus propios padres y que obtuviera la libertad por una absurda ley, de las tantas sancionadas en nuestro país. Actualmente esa gente cuenta con considerables aportes estatales, mientras a nuestros abuelos los tienen completamente dejados de lado, pagándoles jubilaciones y pensiones paupérrimas, y no solucionando el grave problema de los niños de la calle cuyo número aumenta todos los meses.
Lo que expresé en primer término con respecto a lo ocurrido hace cinco años atrás fue un horror, las declaraciones reiteradas en varios medios de la mencionada Sra. fue otro horror, el problema de los jubilados y de los niños de la calle también es un horror.
Espero que no nos acostumbremos a vivir de esta manera, y que los que no comparten las opiniones ajenas no tengan la liviandad e intolerancia de descalificarlos por el solo hecho de pensar diferente.