La droga, una autodestrucción sistemática

Las personas que tienen por hábito la utilización de drogas ilegales, para modificar sus estados de ánimo y o su percepción de la realidad, deberían de considerar el daño que le están ocasionando a su organismo en general, y a su cerebro en particular, ya que sustancias tales como la cocaína, la marihuana y demás, incluyendo el alcohol, van produciendo de manera significativa un deterioro gradual de la personalidad del individuo que las consume, afectando seriamente su calidad de vida y la relación de este con el contexto social, pudiendo en muchos casos si no se encara un tratamiento adecuado de rehabilitación, convertir al individuo en un peligro para la comunidad, terminar su vida prematuramente o perder su capacidad intelectual y laboral.
Una de las áreas del cerebro más afectadas es el lóbulo frontal, el cual interviene en el control de los impulsos, y una pérdida de neuronas en esta región pueden tornar a una persona apacible en extremadamente violenta.
El paradigma del adicto responde a una lógica casi delirante, que es el de ingerir un tóxico para creer erróneamente en que se está mejor, pero como esta sensación es efímera, una vez pasado el efecto necesita más droga para amortiguar su falta de aceptación de la realidad, entrando en una espiral envolvente que puede acabar con su vida en cuestión de horas o días.
En el caso de aquellos que dicen que fumarse un porro es inocuo, o bien demuestran su total ignorancia o una actitud rayana en el delito, porque esta droga, la marihuana permanece durante un período muy largo en la corriente sanguínea ya que tiene una vida media prolongada, que es el tiempo que tarda una sustancia en disminuir al 50% su presencia en el organismo, por esta razón sigue produciendo daños unos días después de haberla dejado consumir, los cuales como dije al principio son irreversibles porque la neuronas no se regeneran.
Con respecto a los narcotraficantes, sobre ellos debería de caer todo el peso de la ley, sin la menor contemplación, sin pasar por alto a aquellos que les prestan sus servicios en el lavado de los millones narcodolares, que recaudan estas organizaciones criminales. Una alternativa interesante, sería que a los campesinos de los países productores de drogas se les pagara un precio preferencial por el cultivo de trigo, maíz, cebada, etc., porque de esta manera al diversificar su producción, los carteles del narcotráfico tendrían mayores dificultades para obtener su materia prima.
A nivel nacional se debería encarar una campaña de consientización, a partir de la escuela primaria sobre los daños en el corto y en el largo plazo que ocasionan las drogas, y motivar a la comunidad a que denuncie a todos aquellos que lucran con la destrucción sistemática de la vida.