Resulta sorprendente que un legislador electo en las últimas elecciones por uno de los partidos de oposición, y que debería asumir en el mes de diciembre, haya dejado de lado sus banderas al mudarse al oficialísmo, defraudando completamente a quienes por el votaron.
Que coherencia ideológica puede exhibir un hombre público que desde el centro derecha gira súbitamente al centro izquierda, sin que existiese la más mínima justificación política o filosófica para tan curiosa actitud.
Una persona adulta con una dilatada actividad profesional debería tener la racionalidad propia de su edad y nada de oportunismo al tomar sus decisiones, siempre y cuando no sea como otras veces que ante la posibilidad de acceder a una instancia superior a la alcanzada a través de los votos, sea para el mismo o alguien muy cercano, niega implícitamente lo dicho y actuado anteriormente, aplicándole una cachetada a los ciudadanos que en el creían y lo premiaron en las urnas, para alcanzar una banca en la legislatura de nuestra ciudad de Buenos Aires.
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