Nuestro país adolece de los servicios ferroviarios mínimos que debería tener de acuerdo a su población y extensión, con el agregado de que muchas rutas no se encuentran en las condiciones adecuadas de transitabilidad, y por ende los conductores tienen un margen de error mínimo que una vez superado se puede terminar en un desastre como los tantos que nos toca presenciar. A todo se le suma el mal estado de mantenimiento de los vehículos utilizados, y la exigencia psicofísica a la cual son sometidos en muchos casos los conductores, por condiciones laborales insalubres y una inadecuada selección de los postulantes.
Todo esto conforma un cóctel explosivo que cada tanto da que hablar, y todavía no hay indicios de que se tomen cartas en el asunto y nos consienticemos, tanto las autoridades como los conductores, de que éste es un problema que ocasiona una cantidad muy grande de víctimas por año, y que si todos ponemos de nuestra parte podríamos solucionarlo.
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