La desaparición de personas al igual que las violaciones son unos de los crímenes más aberrantes que existen, y lo que está ocurriendo en Argentina en estos aspectos, obedece a un descuido absoluto del poder político para implementar una estrategia tendiente a mejorar los niveles de seguridad de la población, puesto que se hace difícil vivir altos indices de delincuencia.
Fomentar el odio y las diferencias por cuestiones del lamentable pasado vivido, analizando lo sucedido de una manera parcial lo único que logra es exacerbar los ánimos, y para que haya justicia esta tiene que ser absolutamente imparcial porque si se sanciona a la violencia de un sector también debe ser sancionada la del otro sector. Esta realidad intrínsecamente es generadora de más violencia.
Todos somos iguales ante la ley y éstas están para ser cumplidas; en el año que termina se han producido dos desapariciones, aparentemente por cuestiones políticas, y el estado ha sido incapaz de resolver hasta ahora ninguno de los dos hechos, teniendo todo que ver con lo mismo, con la indulgencia que se exhibe ante los que proceden al margen de la legalidad. Un par de años atrás un sexópata fue sentenciado a ocho años de cárcel, quedando en libertad por buena conducta al cumplir la mitad de su condena, a la semana siguiente ya había violado a una niña y asesinado a otra. Con este proceder tan particular de la justicia no es de extrañar de que muchos se sientan tentados a delinquir, puesto que saben muy bien que el castigo que recibirán en el caso de que sean descubiertos, será moderado. Mientras tanto los ciudadanos nos encontramos en un estado de indefensión creciente.
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