Monday, August 06, 2007

Imposibilidad intrínseca


La industria y determinadas empresas de servicios, se han visto beneficiadas por un tipo de cambio artificialmente alto, lo que redunda en la disminución del poder de compra del salario, incluyendo subsidios de toda índole como ocurre con el trasporte pasajeros, particularmente los ferrocarriles, teniendo que viajar la gente en condiciones inaceptables. La lista de erogaciones improductivas del estado es demasiado larga, como para explicitarla en cada uno de sus puntos, dejando sin los recursos indispensables a importantes sectores como la salud y la educación.

Por otro lado, el agro también ha obtenido provecho del precio del dólar, minimizado por la aplicación de retenciones y una política errática no exenta de una alta dosis de arcaicos prejuicios, que ha logrado que nuestro país se aproxime peligrosamente a ser de monocultivo, por el aumento de la superficie dedicada a la siembra de soja en detrimento de los cereales, legumbres, frutas y vegetales, con el agravante de la disminución del stock ganadero que de seguir su curva descendente, para satisfacer la demanda interna, dentro de unos pocos años no quedará otra alternativa que importar carnes de Brasil o Uruguay.

Tantos errores juntos son ocasionados por la incompetencia del gobierno, y el intento de beneficiar a un sector, la industria, situación inadmisible que no podrá ser mantenida mucho tiempo más, puesto que ello significaría el empobrecimiento aún mayor de importantes sectores de la población.

La falta de una auténtica libre competencia, como ocurre sin excepción en todos los países desarrollados del mundo, es una de las causas del crónico atraso en que vivimos, al no contar con un empresariado apto para competir si no se le asegura un mercado cautivo, y toda clase de desproporcionadas protecciones contrarias a la naturaleza misma del libremercadismo.

A diferencia de lo que muchos dicen, en la década del 90 tampoco hubo libertad económica, desde el momento en que los monopolios estatales pasaron a convertirse en privados, se financiaba el creciente déficit presupuestario con endeudamiento externo, derivando en un escandaloso default, aplaudido por los legisladores cuando en realidad se tendrían que haber puesto a llorar, porque era la resultante de todos los errores que ellos y el gobierno de entonces cometieron al aprobar año tras año semejante déficit.

Entre todos los desastres cometidos, debe ser incluida la ley de convertibilidad, que no fue otra cosa que un férreo control de cambio, una corte de justicia dependiente del poder ejecutivo y una degradación sistemática de las instituciones, tal cual sigue ocurriendo en nuestros días. Con esto queda demostrado el absurdo argumento de los sectores de izquierda, al hablar de neoliberalismo, el que por otra parte es un término mal empleado por existir solo en las mentalidades más obtusas, perdonable en la gente común pero no en el caso de los dirigentes, puesto que en realidad lo que menos hubo en Argentina es libertad económica, sino un capitalismo prebendario, tal cual lo ha expresado uno de los mejores economistas argentinos, que a mi entender, es el Dr. José Luis Esper, quien realizó tales afirmaciones desde un primer momento, y no a diferencia de otros cuando el castillo de naipes creado ya se había derrumbado por su imposibilidad intrínseca de mantenerse en el tiempo.

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