Hay una percepción de que en la política exterior argentina se está comenzando producir un cambio, pero por el momento los indicios son insuficientes para confirmar una hipótesis en tal sentido, porque tradicionalmente los diferentes cancilleres de nuestro país, se han caracterizado por sus golpes de timón en las más variadas direcciones.
Como bien sabemos, la separación de poderes es una entelequia, al estar el judicial subordinado al ejecutivo, y desde el momento que un juez pide la extradición de varios ex funcionarios iraníes acusados de ser los autores intelectuales del atentado a la AMIA, éste hecho indica que el alineamiento con el régimen chavista está siendo reconsiderado por el gobierno, al ser el líder caraqueño un importante aliado del país persa, es decir Irán.
Es sintomática, la decisión de empresarios norteamericanos, de invertir en Argentina 4000 millones de dólares en dos años, en el área energética. De confirmarse lo supuesto al inicio de esta columna, sería algo muy positivo para nuestro país, porque la única alternativa para obtener un desarrollo sustentable, es delinear una política favorable a las inversiones, pero no se puede dejar de soslayar que queda bastante por hacer en lo que a seguridad jurídica respecta, cuya falta es el principal obstáculo para que los capitales internacionales fluyan hacia nuestro país para crear nuevas fuentes de trabajo, e incrementar la capacidad productiva de nuestras empresas, lo que redundaría en una disminución de los costos internos y un aumento de las exportaciones.
Todo esto sería imposible siguiendo el lamentable camino del excéntrico y populista Hugo Chavez, que lo único que logró lo fue aumentar la pobreza y la rivalidad entre los ciudadanos de su país, a pesar de los formidables ingresos que obtiene por la venta de petróleo, especialmente a Estados Unidos, país con el cual pretende que el resto de la región no tenga ningún vínculo comercial.
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