Hace muchos años mi padre me había recomendado que leyera "El hombre mediocre", de José Ingenieros, y por puro testarudo que era, y que tal vez lo siga siendo, no le hice caso.
Tras haber reconocido mi error, aunque demasiado tarde, tres meses atrás pasé por una librería, lo compré y ese mismo día comencé a leerlo, pudiendo comprender el excelente consejo que me había dado mi padre que se encuentra el cielo.
Una de las tantas frases de este formidable médico e intelectual argentino me aclaró muchas cosas, y me ayudó a percibir ciertas realidades que por ser tan evidentes no les prestaba atención.
Ingenieros decía que no hay que buscar el éxito, hay que buscar la gloria, porque el éxito es momentáneo y la gloria es permanente.
Tras meditar un rato recordé mi etapa de estudiante universitario, y llegué a la conclusión de que aprobar una materia era un éxito, que me excitaba proporcionalmente a la complejidad de la misma.
Cuando me recibí mi percepción fue completamente distinta, sentí una inmensa paz, porque íntimamente comprendí de que tras tantos años de estudio, había alcanzado la gloria.
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