La Constitución de la Provincia de Buenos Aires establece que el gobernador puede ser reelegido en una sola oportunidad, pero quien está al frente del ejecutivo provincial intenta realizar una interpretación a su conveniencia, argumentando que asumió tras la renuncia del anterior gobernador y que por lo tanto, a pesar de haber obtenido la reelección, según afirma tiene el derecho a presentarse a elecciones para obtener un tercer período, situación completamente absurda porque se va en contra del texto y del espíritu de la tan mancillada Carta Magna provincial.
Lo que ocurre en este caso, es que el poder en determinadas personas actúa como una droga que genera acostumbramiento, y cuando se aproxima el momento de dejar el cargo comienzan a sentir el síndrome de abstinencia típico de todo adicto, por lo tanto se aferran a cualquier argucia por más disparatada que sea para intentar conservar el cargo que tanto anhelan, ya que la sola idea de no poseerlo los perturba enormemente.
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