A esta altura de las circunstancias nadie puede dejar de reconocer que en nuestra historia reciente hubo terrorismo de estado, y que fue el peor de todos, porque utilizando los aportes de los contribuyentes en lugar de utilizarlos como corresponde, en un considerable porcentaje sirvieron para perseguir completamente al margen de la ley a una importante cantidad de individuos. Es comprensible el pedido de justicia por parte de la ciudadanía.
Analizando cuidadosamente lo ocurrido a través de opiniones absolutamente imparciales, no hay ninguna duda de que la violencia en nuestro país comenzó mucho antes de aquel fatídico 24 de marzo de 1976, y que había organizaciones subversivas que intentaban tomar el poder, mediante secuestros extorsivos, asesinatos, colocación de bombas y atacando instalaciones civiles y militares.
El error atroz de la última dictadura que sufrimos, fue combatir a esos subversivos utilizando la metodología que ellos mismos aplicaban, de manera indiscriminada y con una crueldad incluso mayor mediante la desaparición forzada de personas y la apropiación de de niños, involucrandose el gobierno en esos hechos criminales, dejando una secuela de dolor que perdura hasta nuestros días.
Es comprensible que los familiares de las víctimas del terrorismo de estado recuerden periódicamente a sus seres queridos que ya no están, de la misma manera que es completamente lícito que los familiares de las víctimas por la subversión quieran hacer lo mismo, y es absurdo endilgarles, como hacen ciertos medios de prensa, que avalan los hechos aberrantes realizados por algunos miembros de las fuerzas armadas, dando la impresión de que unos tienen derecho a recordar a sus víctimas y otros no, cuando en realidad no debería haber distinciones entre aquellos que han sufrido la violencia, sean del sector que fuesen, porque todos eran seres humanos.
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