Foto: Diario La Nación
Nuevamente un espectáculo deportivo terminó en una tragedia, y las razones son las mismas de siempre, salvo que los enfrentamientos en esta oportunidad se propagaron más allá del radio habitual, llegando incluso hasta la avenida Gral. Paz, que marca el límite entre la ciudad de Buenos Aires y la provincia del mismo nombre, tras haber destruido todo lo que se encontraba al alcance de individuos que son un peligro para la salud pública, por su naturaleza violenta.
Estos tristes y cíclicos episodios, no por generación espontánea, sino por la falta de una decisión política ejemplificadora para ponerle fin al accionar de bandas de delincuentes, que convierten a un estadio de fútbol en un campo de batalla, son los mismos que actúan como fuerza de choque de los dirigentes de los clubes y varios intendentes de conurbano bonaerense, para dirimir sus internas y realizar algunos negocios, ilícitos por cierto.
En Inglaterra los Hooligans pudieron ser erradicados definitivamente, por el simple motivo de no tener apoyo de la dirigencia política, a diferencia de lo que ocurre en nuestro país, donde algunos funcionarios tienen pequeños ejércitos de vándalos que se movilizan de manera sincronizada y hasta daría la impresión que la misma policía tiene orden de no actuar contra ellos, puesto que saldría a la luz para quienes "trabajan" esos facinerosos.
El Don Corleone del fútbol argentino, a quien de manera reverencial muchos llaman Don Julio, es uno de los mejores discípulos contemporáneas de Poncio Pilatos, porque cada vez que ocurren hechos similares desaparece de los lugares que solía frecuentar, para que no le formulen la misma pregunta que nos hacemos todos ante hechos de tanta gravedad, total como él dice, todo pasa.
Nuevamente un espectáculo deportivo terminó en una tragedia, y las razones son las mismas de siempre, salvo que los enfrentamientos en esta oportunidad se propagaron más allá del radio habitual, llegando incluso hasta la avenida Gral. Paz, que marca el límite entre la ciudad de Buenos Aires y la provincia del mismo nombre, tras haber destruido todo lo que se encontraba al alcance de individuos que son un peligro para la salud pública, por su naturaleza violenta.
Estos tristes y cíclicos episodios, no por generación espontánea, sino por la falta de una decisión política ejemplificadora para ponerle fin al accionar de bandas de delincuentes, que convierten a un estadio de fútbol en un campo de batalla, son los mismos que actúan como fuerza de choque de los dirigentes de los clubes y varios intendentes de conurbano bonaerense, para dirimir sus internas y realizar algunos negocios, ilícitos por cierto.
En Inglaterra los Hooligans pudieron ser erradicados definitivamente, por el simple motivo de no tener apoyo de la dirigencia política, a diferencia de lo que ocurre en nuestro país, donde algunos funcionarios tienen pequeños ejércitos de vándalos que se movilizan de manera sincronizada y hasta daría la impresión que la misma policía tiene orden de no actuar contra ellos, puesto que saldría a la luz para quienes "trabajan" esos facinerosos.
El Don Corleone del fútbol argentino, a quien de manera reverencial muchos llaman Don Julio, es uno de los mejores discípulos contemporáneas de Poncio Pilatos, porque cada vez que ocurren hechos similares desaparece de los lugares que solía frecuentar, para que no le formulen la misma pregunta que nos hacemos todos ante hechos de tanta gravedad, total como él dice, todo pasa.
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